Bodegas Hermanos Pérez Pascuas, que celebra esta efeméride con una apuesta por la diferenciación, exporta la mitad de su producción

Retrocedamos hasta el año 1980 y situémonos en Pedrosa de Duero (Burgos), antes incluso de la existencia de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Son los albores de la eclosión de la viticultura en las tierras que baña este río. La familia Pérez Pascuas decide dar un paso decisivo, como es independizarse de la Bodega Cooperativa de Pedrosa de Duero e iniciar el proyecto vitivinícola familiar. Y en sus inicios acompañó la fortuna, ya que la de 1980 fue una buena cosecha, una gran añada. “Éramos nuevos pero supimos afrontar la cosecha con profesionalidad y rigor. Teníamos claro que debíamos empezar bien. Eran los cimientos sólidos que una bodega debe poner para desarrollar una brillante trayectoria”, rememora José Manuel Pérez, director técnico de Bodegas Hermanos Pérez Pascuas, también conocida como Viña Pedrosa.

En esa primera etapa, la bodega familiar contaba con 35 hectáreas de viñedo “de gran calidad. Teníamos mucha ilusión y estábamos plenamente convencidos de que con uvas excepcionales podíamos elaborar un vino de muy alto nivel. Las limitaciones y la falta de recursos económicos de los inicios se suplieron con trabajo, confianza e ideas muy claras para alcanzar un vino de personalidad única”.

La compañía está de celebración. Cumple 35 años, lo que para sus propietarios supone “un punto y seguido. No sólo celebramos el pasado, sino la capacidad de renovación continua, de vivir el presente y afrontar el futuro con gran optimismo y pensando en nuevos proyectos, ya que aún nos queda mucho por hacer. Pero sobre todo, la esencia de Viña Pedrosa la guardamos bajo llave en nuestra mente y nuestro corazón. Jamás podíamos imaginar que en estos 35 años íbamos a llegar tan lejos, pero seguiremos trabajando para seguir mejorando”, precisa el director técnico.

Viña Pedrosa se diferenció desde el principio. De hecho, el enólogo asegura que su primer vino “rompió los moldes que había hasta la fecha en Ribera del Duero. Quisimos apostar por tintos de guarda y por ello les dotamos de estructura, cuerpo, opulencia, concentración, pero también finura y elegancia. Ese primer Viña Pedrosa era diferente al resto y pronto ganó fama y prestigio”. No en vano, las 80.000 botellas que se elaboraron se vendieron en apenas seis meses y ya en esa primera añada se exportó una importante partida a Alemania. Desde entonces, varias campañas contribuyeron al despegue fulgurante de la bodega, como las de 1985, 1989, 1991, 1994 y 1999; y llegaron numerosos premios nacionales e internacionales, con elevadas puntuaciones por parte de la prensa especializada. “Cuando salió el primer Pérez Pascuas Gran Selección de la cosecha de 1990, elaborado con los viñedos más viejos de la familia, supuso una revolución en el panorama vinícola, tanto en España como fuera de nuestro país”, reconoce Pérez.

Las primeras instalaciones eran “muy modestas, pero diseñadas con una idea clara de calidad”. En el ADN de la compañía estuvo desde siempre la elaboración “con extremada limpieza”.

A lo largo de estos 35 años, han sido muchos los momentos que en la bodega recuerdan con especial cariño, pero el que marcó una huella más profunda en esta saga familiar fue la elección de Viña Pedrosa Reserva por parte del Papa Juan Pablo II para celebrar la cena de Navidad y la Misa del Gallo. “Es un acontecimiento que nos llena de orgullo y aún nos emocionamos al contarlo”, precisa el enólogo.

Mercados exteriores

Apenas un lustro después de su constitución, la bodega empezó a exportar al exterior “cantidades representativas”. Su primer mercado fue Alemania, y el segundo, EE UU. en la actualidad, la bodega exporta la mitad de las 500.000 botellas de sus marcas Cepa Gavilán, Viña Pedrosa y Pérez Pascuas Gran Selección, que produce a más de 40 países, como EE UU, Canadá, Puerto Rico, República Dominicana, Colombia, Panamá, México, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Bélgica, Holanda, Suiza, Rusia, Polonia, Letonia, Lituania, China, Japón, Corea del Sur, Singapur, Rusia, Isla Mauricio, Islandia y Malasia, entre otros. “En cualquier rincón del mundo aparece un cliente que conoce nuestro vino. Hasta a sitios tan recónditos como el Polo Norte y Bora Bora ha llegado Viña Pedrosa y nos escriben para felicitarnos”.

En la bodega son conscientes de la importancia de los medios tecnológicos y las mejoras en las instalaciones. Por ello, aseguran que el vino ha evolucionado y el Viña Pedrosa actual “es mejor que el de nuestros orígenes. Siempre existe margen de mejora y nuestra bodega se ha caracterizado por un gran dinamismo y su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Somos pioneros en la Ribera del Duero, pero también muy activos en innovación”, asegura Pérez.

En la actualidad, Viña Pedrosa posee 145 hectáreas de viñedo “único, irrepetible, que cuidamos con mucho esmero. Además, llevamos a cabo elaboraciones muy genuinas y arriesgadas para diferenciarnos del resto. La longevidad de nuestros vinos es inigualable”, indica el director técnico.

La bodega ha cosechado importantes reconocimientos, como el Premio Miguel Delibes al Desarrollo Rural, o el Premio a Benjamín Pérez Pascuas como mejor viticultor de España y Zarcillo de Oro a la excelencia vitícola. Los hermanos Benjamín, Manuel y Adolfo son reconocidos como grandes viticultores y bodegueros de España. Con todo, en esta saga familiar consideran el mejor premio “el que nos otorgan nuestros clientes, que gracias a su fidelidad y confianza en nuestro vino nos han hecho crecer y prosperar. Ellos son los auténticos protagonistas del éxito de Viña Pedrosa”.

V PEDROSA RV  SEL 35 AN-E

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