Redacción: Pedro Ontoso – El Correo Vizcaya- 03.08.17
Recito a Antonio Machado mientras disfruto de una copa de Viña Pedrosa Crianza 2014 en la bodega burgalesa. “ ¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero, el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas, mientras tengan las sierras tu turbante de nieve y de tormenta, y brille el olifante del sol, tras de la nube cenicíenta!”. El padre Duero, que nace en los Picos de Urbión, adopta en Castilla una atmósfera mesopotámica. Recuerdo a Arnold Toynbee y su “Estudio de la Historia”, en el que describe el valle inferior del Tigris y el Eúfrates como cuna de la civilización por la vida que floreció a sus orillas. Y el empuje de la fe cristiana para cultivar viñedos y celebrar la fiesta de la Eucaristía. Muy cerca, el monasterio de Nuestra Señora de la Vid vela por la salud de los majuelos. En la Ribera, en efecto, el vino es una religión y son muchos los fieles que peregrinan a sus bodegas. Los hermanos Pérez Pascuas y sus familias, albaceas del alma y la identidad del patriarca don Mauro, mantienen la liturgia en los campos de Pedrosa de Duero. Hay que cavar las cepas, podarlas, mantener a raya al pulgón. Hay que vigilar los brotes, observar cómo se estiran los zarcillos, cómo se anuncian los racimos, y cómo pintan las uvas. Luego hay que guiar al vino con el ojo, el olfato, el oído y el gusto. Tierra, trabajo, familia, tradición y fe. Mañana, tarde y noche pendientes del cielo.
Pedrosa, tierra de piedras redondas por el Duero. “Sobre estas piedras fundaré mi iglesia”, proclamó San Pedro, que hoy reina sobre la majestuosa plaza en el corazón del Vaticano. Como los vinos de esta bodega desde 1994 en Vía della Conciliazione, la emblemática arteria romana que penetra en la Plaza de San Pedro. Llegaron hasta Juan Pablo II a través de Mario Tagliaferri, el poderoso nuncio que tanta influencia tuvo en la jerarquía española. El pontífice polaco celebraba la Misa del Gallo, en Navidad, con vino de esta bodega. Luego lo ratificaron otros embajadores de la Santa Sede como Lajos Kajda o Monteiro de Castro. En su día, los Pérez Pascuas tuvieron que decidir entre pan o vino, entre trigo o vid. Y se decidieron por el vino. Algunas de sus cepas, visiblemente retorcidas, tienen cerca de 100 años. Gran selección, gran reserva, reserva, crianza, cepa gavilán. Puro néctar de tempranillo, elegante y poderoso, que se merece la consagración. Medio millón de botellas anuales con un estilo único que maduran en 4.000 barricas de roble americano y francés y llegan a mercados tan exóticos como Corea del Sur o Japón. Las dedicatorias de las barricas lo atestiguan.
Plomo y Ceniza
Sigo leyendo a Machado, a Bécquer, a Gerardo Diego sobre la generosidad del Duero. Se me cruzan frases de Karol Wojtyla, José María Aznar-visitaba esta bodega antes de iniciar el curso político-, Antonio Banderas, el entrenador de la Real Sociedad, el vallisoletano Eusebio Sacristán o el economista financiero José Ignacio Goirigolzarri, que sacaba tiempo para refugiarse en este rincón entre tantas horas de planificación estratégica. “Entre cerros de plomo y ceniza, manchado de roídos encinares, y entre calvas roquedas de caliza, iba a embestir los ocho tajamares del puente el padre río, que surca de Castilla el yermo frío”. Machado canta al Duero, que riega Soria, Burgos, Valladolid, Segovia y Zamora.