La poda: diseñando sobre el pasado, el viñedo del futuro.
En un terruño histórico, la poda de invierno se convierte en una labor vitícola esencial para nuestro viñedo tradicional en vaso –una maravilla natural para los que anhelan autenticidad y naturaleza concentrada-.
Máxima calidad en la uva, vides longevas, armonía entre el vigor de la cepa y la producción de uva, aprovechamiento óptimo de los nutrientes del suelo y las reservas hídricas…. son algunos de los aspectos directamente relacionados con la poda.
“Antes de podar, hay que tener presente cuáles son las características de cada viñedo en particular –edad, altitud, orientación, tipo de suelo, vigor de la planta- y saber qué se pretende conseguir. Debemos evaluar individualmente cada planta, y determinar los aspectos a mejorar y las virtudes a potenciar. Gracias a la poda conseguimos una distribución equilibrada y una correcta aireación de la uva en la vid. Una poda óptima nos permite obtener uva de máxima calidad y alagar la vida de nuestra viña. Un viñedo tradicional en vaso, formado a lo largo de los años, respetando las características de la vid y de su entorno, es un verdadero tesoro natural,” comenta Daniel Pérez –Responsable de Viticultura y Proyectos Agronómicos. Tercera generación familia Pérez Pascuas.
Además de la poda de invierno –también conocida como poda en seco- que se realiza durante el reposo vegetativo; también existe la poda en verde que se practica sobre la vid en plena vegetación.
Pero la poda va más allá de aspectos puramente técnicos. Podemos hablar de su relevancia desde el ámbito de la sostenibilidad social y medioambiental. A nivel social, nos permite fijar población en el medio rural puesto que se trata de una tarea manual, intensiva en mano de obra. Y a nivel medioambiental, los sarmientos obtenidos se emplean como materia orgánica vegetal en el propio viñedo.